Concurso "Relatos de terror"

   

El alumnado de 3º ESO del IES Blas Cabrera Felipe, participó en el concurso "Relatos de terror" que se celebró el día de Halloween. El alumnado de 1º ESO acudió a la biblioteca para poder escuchar la lectura de los tres relatos ganadores y, además, ver la proyección de tres cortos de terror.

A continuación, podemos leer el relato de una de las alumnas participantes del concurso.


LA ESCALERA


Era una noche tranquila de mediados de octubre. En el instituto solamente un par de clases tenían la luz prendida por el turno de noche. Los estudiantes, aburridos y somnolientos, tomaban notas al ritmo que el profesor, en el mismo estado de aburrimiento, hablaba.

Sin que nadie lo notara, cuatro figuras al resguardo de la noche, se deslizaban por encima de la valla sigilosamente. Corrieron por el Instituto en silencio, hasta llegar al laboratorio de química. Desde el que se escuchaban risas acalladas. Uno de los chicos abrió el armario, del que sacó una bolsa de lona con un montón de artículos necesarios para hacer una broma.

-       ¡Date prisa!, hay que prepararlo todo antes de que nos pillen.

Una chica, que estaba al borde de la risa lo ayudó a cargar con la pesada bolsa.

-         -  Recuérdame cómo hacemos la broma – dijo otra voz femenina.

-       - Colocamos las bombas fétidas y los globos de agua encima de la mesa del profesor – explicó susurrando- y le ponemos el control remoto que hará estallar al pulsar el botón.

El plan estaba bastante bien, podría incluso decirse que era infalible y seguramente lo hubiera sido, de no ser…

Un sonido hueco de algo pesado al caer al suelo hizo que los dos adolescentes giraran la cabeza. La bolsa se había caído por las escaleras, y milagrosamente rodó y se deslizó hasta el final del pasillo. Soltando unas palabrotas el mayor se encaró al otro chico.

-          -  ¿Por qué lo has dejado caer?
-         -    Pesaba mucho, la próxima vez llévalo tú.

Antes de que una pelea se formase, una de las chicas, la que estaba ayudando a cargar la bolsa soltó una exclamación ahogada.

-         -  ¿Y esa escalera? - preguntó señalando con el dedo un punto en la oscuridad.

Los demás miraron, hasta distinguir lo  que parecía el filo de un escalón, la bolsa había caído justo delante.
-      
     - Siempre ha estado ahí, ya sanes una escalera central y otra escalera a la izquierda…-su voz se fue apagando al darse cuenta de que la escalera no estaba a la izquierda, sino todo lo contrario. En el otro lado del pasillo, una bombilla furibunda iluminaba la escalera de la izquierda.

-      -  Yo ya he oído hablar de esta escalera, dicen que solo aparece de vez en cuando, como si tuviera capacidad de decidir su aparición – explicaba a toda prisa el chico más pequeño-. Si la subes y bajas contando sus escalones, da un número distinto la bajada que la subida, eso significa la muerte. ¡Yo me voy de aquí!

Acabado su relato, con expresión de horror, se alejó hacia la escalera iluminada. Sus compañeros miraban atónitos cómo su figura desaparecía.

-       -   ¡Qué gallina! Es solo una escalera. ¿Quién viene a ver si es verdad?

Salió decidido hacia la escalera, pero mientras se acercaba sus pasos se volvieron lentos, vacilantes. Las dos chicas iban detrás agarradas de la mano, temblando. Al pie de la escalera yacía la bolsa, despojada de interés, le dieron una patada.
-       
      - Allá voy.

Empezó a subir los escalones, con cada paso un número. Contando en la oscuridad llegó a lo que creía que era el tercer piso, pero no vio más que una pared con un cuadro colgando. Estaba seguro de haberlo visto antes, pero no se acordaba. 23. El número de pasos para llegar arriba fue dicho en voz alta como los anteriores. Alzó la voz, seguro de que nadie los oiría.

-       - ¡Esta escalera no lleva a ninguna parte!
-      -  ¡Baja ya! ¡No nos asustes más!

El chico, más seguro de sí mismo, bajó más rápido de lo que había subido. Contó alegremente, cada número con su correspondiente escalón. Al llegar al último escalón dijo el número sin escucharse a sí mismo. Pensó que las chicas se alegrarían con él, demasiado tarde comprendió lo que había dicho. 24.
-       
      - Es imposible debo haber contado mal, o …
-          - No - nosotras nos vamos- tartamudearon al unísono.

Salieron corriendo por el mismo camino que por el que el primer chico se fue. Sin oír los gritos, ni el último aliento, ni siquiera el golpe en el suelo al caer el cuerpo sin vida de su amigo.

Al día siguiente no comprendieron el porqué de tanto ajetreo hasta que vieron la cinta policial. Corrieron hasta que vieron el cadáver. Entonces una inmovilidad glacial se apoderó de sus piernas. Incapaces de dejar de mirar, incapaces de preguntarse dónde estaba la escalera. Miraron el cadáver y la pared de la que colgaba un solo cuadro. Nadie había creído oportuno colgar el cuadro en ese lugar, no  congeniaba con las paredes de los pasillos blancos y desnudos. Sin embargo, allí estaba devolviendo la mirada a los jóvenes reunidos, con sus ojos huecos, que no veían nada, pero en realidad lo veían  todo.

CURSO: 3º ESO A       ALUMNA: NATALIA SELENE CARABALLO LÓPEZ