Concurso "Relatos de Terror"



Concurso de relatos de terror: “Relatos que me asustaron”. El 31 de octubre,  el alumnado de 3º y 4º ESO del IES Blas Cabrera Felipe, participó en el concurso "Relatos de terror" que se celebró en el centro. El alumnado de 1º ESO acudió a la biblioteca para poder escuchar la lectura de varios relatos y, además, ver la proyección de tres cortos de terror en el ambiente adecuado para ello.


 
 




 A continuación, podemos leer los relatos ganadores y varios relatos que participaron en el concurso.


Relatos de terror ganadores
PRIMER PREMIO
Selene Caraballo López    4º ESO A

Las rosas son rojas

 El hostal de los Usher no había cambiado ni un ápice desde que había pasado una semana en una de sus sombrías habitaciones, cuando mi mayoría de edad, estrenada hace poco, me había impulsado a conseguir una aventura que me arrancara de mi desolada y aburrida realidad.
 En fin, el hostal de los Usher seguí a en el mismo estado de ruina. Como la última vez, le había falta  una mano de pintura, reparar las viejas tejas y, a ser posible, derrumbarla y reconstruirla con cimientos más resistentes. Era del tipo de casas por las que pasas a unos buenos pasos de distancia por si de repente se caía.
 Sin embargo, lo que me cautivó aquel fin de semana tantos años atrás, seguía en su mismo esplendor.
 Un enorme rosal que había escapado del patio trasero, escalaba por el costado del endeble hotel. Además de estar increíblemente cuidado, tenía la curiosidad de que no todas las rosas eran rojas, había rosas blancas repartidas entre el sempiterno rojo sangre. Mas, era cierto que el blanco era mucho más escaso que tiempo atrás.
 El coche de caballos frenó al inicio del camino empedrado, reacio a continuar, así que, resignada, continué el camino a pie hasta la intimidante puerta de madera aromática. Toqué tres veces antes de empujar la pesada madera e introducirme en el oscuro pasillo. Al final de éste había  una polvorienta recepción. Y detrás del escritorio de madera roma, como la última vez, la señora Usher regaba una pequeña flor y tarareaba.
 A pesar de que el tiempo ya había hecho mella en su piel, estaba igual de gastada que la última vez, si eso tenía sentido. Exactamente igual, y sin embargo, en mí el tiempo sí había corrido y estaba, sino igual, un poco más vieja que ella.
 Vestía elegante, con colores de luto, aunque nunca le pregunté si lo guardaba o si ése era su único vestido. Una rosa roja siempre adornaba su corpiño.
 -Señora Usher-Exclamé. Un placer volver a verla, dígame usted cómo le ha tratado la vida y sus aventuras en mi ausencia.
 -¡Oh, señorita Elizabeth, qué gusto volver a verla! Hace mucho que no la veo, mejor será que me hable de usted. Que yo sigo encerrada entre estas paredes y mi vida es aburrida.
  Así nos sentamos y hablamos durante horas hasta que la luz del exterior desapareció y ayudé a la señora Usher a encender las velas para insuflar un poco de vida a la oscura casa.
 -Y, dígame usted-pregunté en algún momento de la noche-¿Acoge a algún otro huésped más?
 - Sí, querida, hay un ermitaño en el ático, lleva días aquí y lo único que hace es leer y pasear por el rosal.-Respondió pensativa.
 Aquella noche me arrancaron de mi lecho unos gritos ensordecedores que venían del rosal.
 Exaltada, me coloqué la bata y encendí una vela para iluminar mis pasos. Cuando Alcancé los rosales vi un señor  mayor que yacía entre las rosas, muerto y bañado en su propia sangre. Su olor metálico inundó mis fosas nasales y las arcadas acudieron raudas.
 -Señorita- La señora Usher brillaba bajo la luz de la luna, que teñía su tez de un espectral blanco. –No deberías haber visto eso, querida. Con él, era suficiente para una docena  de rosas.
 -¿Qué?-pregunté asustada. Y entonces comprendí. Las rosas en las que yacía el ermitaño fueron blancas en algún momento, pero ahora, la sangre tornaba el blanco puro al diabólico rojo. Lo que antes había resultado hermoso, ahora me espantaba macabramente.
 -No diré nada, nadie lo sabrá. Por favor, ten piedad- supliqué. Pero era tarde, la señora clavó un puñal dorado en mi vientre y caí encima de otro montón de rosas blancas. Mientras moría, me di cuenta de que la rosa del corpiño no estaba cortada, el tallo lleno de espinas seguía hasta introducirse en la piel de enredaderas que era la señora Usher. Estiró un dedo, no, una especie de mano formada por espinas rojas y la adentró en mi herida. Sin fuerzas para vivir, observé cómo la rosa de su corpiño se volvía más oscura.
 Y ahora espero aquí, con mi alma atrapada en los rosales, ávida por la siguiente víctima que tiña mis pétalos. Esperando por ti.


SEGUNDO PREMIO

Lara Apolinario Ramírez 4° ESO A

Yacía en la oscuridad de la noche... el viento golpeaba los cristales, se escuchaba crujir el tejado de aquella casa tan rupestre.
Salí de mi casa que ya estaba bastante vieja, hacia la estación de la ciudad para poder coger el metro. Tenía que ir a visitar a mi abuela ya que estaba muy enferma. Y allí estaba yo, cruzando las calles que a estas horas estaban desoladas.
Llegué a dicho lugar bastante tarde. Sólo podía viajar esa noche ya que al día siguiente me esperaban mis primas en su casa.
Entré en la estación y no había nadie... normal, era casi la una de la madrugada y a esas horas era bastante raro que alguien viajara. Sólo se escuchaban las ramas de los árboles golpear con fuerza los cristales y el susurro del viento que entraba por las rendijas oxidadas del aire acondicionado.
Me senté en un banco que quedaba frente a la vía por la que pasaba el metro. Sólo había un cristal enorme que impedía acceder directamente al exterior.
Pasaban los minutos y el metro no llegaba, así que aproveché y me puse a chatear un rato con un grupo de amigos.
No quedamos hablando de tonterías un rato, hasta que ¡pum! un golpe en la pared hizo que levantara la vista.
¡Pum! se seguía escuchando, al parecer era una mujer que se estaba dando cabezazos contra el cristal.
Ella vestía con ropa gris, bastante sucia y descuidada, llevaba el cabello negro y suelto.
A medida que se iba dando cabezazos, una mancha de sangre cubría su rostro. Decidí hacerle una foto, porque me pareció extraño.
Se la mandé al grupo y empezaron a enviar emoticonos de risa, no lo entendía, a mí no me hacía gracia, siguieron con las bromas, pero hubo uno de ellos que me dijo que la ayudara. Iba a ir, pero otro mensaje me heló la sangre. Me decía que no fuera, que podía estar endemoniada. Escuché otro golpe y a continuación la joven comenzó a moverse raramente, como si estuviera bailando una especie de danza.
Le hice otra foto y la volví a mandar.
Los mensajes cesaron de golpe y sólo uno me respondió: vete de ahí ahora mismo, está poseída. Me quedé pálido y le pregunté que cómo lo sabía. Al segundo contestó: puedo ver fantasmas desde que soy pequeño, ¿no ves una mano que la está agarrando del pelo?

Volví a levantar la mirada y ella no estaba. Me acerqué a la vía del metro por curiosidad y sentí un aliento frío en la nuca. Giré la cabeza y no ví nada. Pero en el cristal de enfrente, pude ver a la mujer acercase hacia a mí con una sonrisa maliciosa. Lo siguiente fueron unas manos que me empujaron con fuerza a la vía.
Pude escuchar el sonido de mis huesos romperse y mí boca se inundó del sabor metálico de la sangre.
Al día siguiente una llamada de emergencia puso en pánico a la opinión pública. El policía que investigó el extraño caso se quedó paralizado al ver tal escena. Ni siquiera podía articular las palabras adecuadas para describir lo que veía. Los cuerpos de los dos jóvenes se hallaban desmembrados sobre la vía. En un principio dedujeron que eran amantes, aunque jamás se pudo identificar a la chica.
Días después, el forense determinó que no había sido el tren el causante de las heridas. Y el caso nunca pudo cerrarse.
Varias personas han informado que algunas noches se oyen ruidos extraños, que las vías del tren chirrían sin motivo alguno y que se oye el eco de un móvil que no deja de sonar.


TERCER PREMIO
Ayatima García Gadanha 4º ESO B

El último abrazo
Mi padre se dedicaba a viajar vendiendo sus productos tecnológicos, siempre estaba para arriba y para abajo, ajetreado, nunca hacíamos nada juntos. Pero un día, me recogió del instituto a las nueve de la mañana sin tener porqué…
Me llevó a una cafetería y nos pedimos unos chocolates con churros. Él no me paraba de preguntar cosas, me dio varios concejos, me hablaba de las muchas cosas que habíamos hecho juntos, lo que hacía de bebé conmigo y lo graciosa que era de pequeña...pero lo más extraño fue que me repitió y me repitió lo mucho que me quería.
Yo estaba muy cómoda con mi padre, se podría decir que fue el mejor día que había pasado junto a él, ya que fuimos a un parque de atracciones, a un karting, al cine…
Pero a lo largo del día me fui encontrando mal y mi padre me llevó a casa, me acostó y se tumbó junto a mí, abrazándome.
Al despertarme, estaba asustada y con una sensación muy extraña en el cuerpo, era como estar triste, angustiada, como si me faltase algo, no sabía lo que era.
Entonces, busqué a mi padre y no estaba.
De repente, entra mi madre que venía cabizbaja y con el rostro muy serio. Pensé que podía estar enfadad porque salí del instituto. Y le expliqué lo sucedido. Ella me respondió tensa, pero angustiada que mi padre había tenido un accidente de avión a las ocho de la mañana y que había fallecido.
Yo me quedé atónita, no entendía nada, mi padre había estado conmigo toda la mañana, pero al parecer ¿no fue así?
Mi madre nunca me creyó, pero mi abuela dice que mi padre regresó para despedirse de mí.



Relatos de terror leídos en la Biblioteca

Alba Sampayo Martín 4º ESO B

“El misterio en el edificio”

En un pequeño edificio de la ciudad de Arrecife, se comenta que vive “la vieja loca” a la que todos temen por su terrorífico pasado; ha secuestrado a 15 niños, los ha descuartizado y se ha quedado con sus cabezas para hacer su famosa sopa de sesos. Los niños y niñas del edificio salen al patio todos los fines de semana a jugar al fútbol, a las muñecas o al escondite sin saber que detrás de las esquinas los vigila esta anciana mujer. A una semana de la popular “fiesta de Halloween” desaparece una niña del primero y sólo se ha hallado de ella una de sus muñecas sin cabeza. La madre de la niña pone una denuncia tras la desaparición de su pequeña, pero lo que ella no sabe es que su hija está en el edificio secuestrada por la vieja loca del tercero. A tres días de la fiesta, el edificio como todos los años prepara un desfile de disfraces de miedo, con un premio al mejor de ellos y con una merienda para todas las familias. Hoy 31 de octubre, llegó el gran día que todos los niños esperaban, el de “Halloween”. A 10 minutos para que empezara el desfile, los niños se encontraban en el vestuario preparándose. A dos  de ellos les faltaban sus disfraces pero por el piso había rastros de ellos. Los niños comenzaron a seguir la pista para averiguar donde estarían sus vestuarios, al llegar hasta el tercer piso, encuentran sus disfraces en la alfombra de la vieja y de repente... los secuestra a ellos también. Los niños vieron a su amiga atada a una silla y gritado como una loca pero su voz era tan floja que nadie la oía.
A los gritos de la pequeña se unieron los niños, por todo el edificio se escuchó ¡SOCORRO SOCORRO AYUDENNOS POR FAVOOR! Todos los padres subieron de inmediato a la primera y segunda planta pero no había rastro de nadie, subieron a la tercera planta y una madre vio el zapato de su hijo, fueron hasta allí y encontraron a los tres niños en el piso sin pulso y con sangre en la cabeza. Un padre derrumbó la puerta pero en la casa no había nadie, sólo un papel debajo de la alfombra que decía `Buena suerte la próxima vez ´.



Haridian María Alfonso Sosa y Clay Alejandro Aguilar Ochoa 4º ESO A

Roberto Cabrera era un chico del IES Blas Cabrera Felipe, considerado uno de los peores alumnos que ha habido en la historia del instituto, tanto por su nivel intelectual (que no es que fuera muy alto), como su personalidad. Era un creído, egocéntrico, abusador e irrespetuoso. Y cómo no, su hobbie favorito dentro del aula, era dormir. Se podía pasar todas las horas del día durmiendo y sin hacer nada más, que en él, era lo más normal del mundo.
Nos situamos en el año 1985, el día 31 de Octubre.
La mañana de un jueves frío, algo extraño debido el lugar donde nos encontramos. Roberto llegó al instituto y a primera hora tenía clase de historia, desafortunadamente, una de sus peores clases. Como era habitual en él, Roberto se recostó sobre la mesa apoyando su cabeza sobre sus largos brazos. Y se echó una pequeña siesta.
Cuando despertó, el aula estaba completamente vacía, no había nadie aparte de él, era tarde, más o menos las seis de la tarde, cuando empezaba a oscurecer. Y se escuchaba de fondo un extraño ruido, no podía descifrar de qué se trataba porque apenas se podía oír. Roberto decidió salir del aula para dirigirse al lugar de donde venía aquel extraño ruido, empezó a caminar por los pasillos y, aunque físicamente no lo aparentaba, sentía miedo. Miraba a todos lados, con la esperanza de ver alguna persona caminando por ahí, pero no hubo suerte.
Cuando se acercaba a la biblioteca, sintió a alguien detrás de ella y escuchó una baldosa rota del suelo moverse. Giró la cabeza lo más rápido que pudo, pero no logró ver nada. Llegó a la biblioteca y encontró un pequeño tocadiscos en el suelo. Sonaba una canción un tanto siniestra, con algunos ruidos raros como: gritos, risas maléficas, pasos etc... así que decidió apagarlo. Cada vez se encontraba más nervioso, sentía su pulso acelerarse por minutos y de pronto, la luz se apagó. Notó una suave brisa recorriendo su cuerpo, y escuchó un "shh". En ese momento supuso que todo aquello, se trataba de una venganza realizada por todos los compañeros a los que había acosado desde que empezó el instituto.
Decidió salir del instituto con ayuda de la luz de un mechero, pero falló en su intento; la puerta estaba cerrada y no encontraba forma de abrirla. Escuchó a alguien corriendo y unos susurros, Roberto empezó a sentir verdadero miedo y a la vez planeaba su venganza suponiendo que aquello se tratara de una broma. De un momento a otro, se encendió la luz y el suelo estaba lleno de flechas con manchas rojas que tenían aspecto de sangre pero no lo sabía con seguridad. Una voz grave dijo: Roberto Cabrera, sigue las flechas sin interrupción. Éste empezó a seguir el camino, mientras sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.
El camino de flechas terminaba en el salón de actos. Roberto abrió la puerta con miedo, con temblor en las manos. Estaba todo oscuro, menos el escenario, había un foco encendido y se podía distinguir una silueta de una persona sentada. Comenzó a caminar hacia el escenario mientras en su mente repetía una y otra vez "da media vuelta". Llegó y pudo ver a su amigo Javier Suárez, que era muy parecido a él en todos los aspectos. Javier estaba muerto, y en el suelo estaba escrito: Los culpables deben pagar.
Con millón de lágrimas a punto de escaparse de sus ojos, Roberto sabía que había llegado el final, iba a morir, al igual que su amigo. Sintió que alguien le agarró de la muñeca y lo llevó a una silla, no sabía quién era porque llevaba una máscara blanca. Le ató las manos y los pies y sacó un cuchillo de su chaqueta. Levantó la mano apuntando como si estuviera a punto de clavárselo.
Comenzó a gritar: Por favor no me mates, ten piedad, por favor, perdóname
-¡Corten!-Gritó alguien- Ha valido. Escuchó mientras se encendían todas las luces y pudo ver a toda la gente a su alrededor aplaudiendo.
-¿Se trata de una broma?- Preguntó Roberto más enfadado que nunca.
-Es un corto- contestó la profesora de lengua. Tenía que resultar lo más creyente y realista posible y nada mejor que hacerlo de esta manera.
-¿Por qué a mí?- replicó.
-Queríamos romper los estereotipos y hacer entender a la gente que no siempre el más fuerte que aparenta ser, lo es de verdad.


Kiara Terrero Romero 4º ESO A

Enciende la luz

Estás en una fiesta pasándolo genial, ya  vas un poco piripi, claro, bebiendo con tus amigas unos tragos mientras hablan sobre los chicos que más les gustan. No sabes cómo, pero después de tres horas terminan hablando sobre historias de terror. La fiesta acaba y vas a la casa de alguna amiga a ver la película.
Regresas a tu casa tarde, tus papás están dormidos en la habitación al final del pasillo y lo único que quieres es irte a dormir. Llegas a tu cuarto y apagas las luces, mientras recuerdas la buena fiesta que tuviste y, de repente, las imágenes de los monstruos ficticios que viste con tus amigas empiezan a formar parte en tu mente.
Caes dormido rápidamente, pero a los quince minutos unos pasos fuera de tu cuarto te despiertan y los recuerdos te vuelven a traicionar y, aún después de eso, vuelves a la cama sin darle mucha importancia.
Pero a los treinta minutos escuchas más sonidos y esta vez dentro de la habitación y despiertas exaltado. Enciendes la luz porque recuerdas que de niña eso te ayudaba a calmar tu miedo, pero no hay nada…
Justo cuando cierras tus ojos y te tumbas metiendo tu cabeza en la almohada, alargas la mano para apagar la luz, cuando una gélida y descompuesta mano sube lentamente por tu espalda provocándote escalofríos en cada hueso y nervio que toca. No te mueves, estás en shock. Escuchas una voz ronca con la que tus oídos arden, es espeluznante, y pronuncia:
- Gracias por encenderme la luz, era muy difícil encontrarte en la oscuridad.

Natalia Nogales Saiz 4º ESO A

Never forget to say Goodbye

Ni hoy, ni pasado… es más, dile adiós para siempre a tu capacidad de dormir.
Hacía mucho tiempo que no llovía, el clima había cambiado de un día para otro. Esa noche me marcó mucho la vida, me atrevería a decir que fue la peor noche que he pasado.
Todavía recuerdo el ruido exacto de las ventanas golpeando en la pared, ese silbido del viento que me provocaba tanta desesperación. Pensé que no, pero él estaba conmigo, escuchaba cómo me susurraba al oído, que esa misma noche acabaría conmigo. Ya me había sucedido muchas veces, creía que estaba loca, pero esa noche fue el remate. Todo lo que me había susurrado días atrás estaba a punto de hacerse realidad. Inmediatamente, me levanté y me dirigí hacia el desván donde allí escondía la tabla de la guija. Cogía la tabla desesperada para volver a contactar con él.
Todo empezó la noche de viernes 13 cuando mis amigos y yo decidimos jugar con esa dichosa tabla, con velas alrededor y completamente a oscuras.
El juego contenía sus normas; todo aquel que jugara no podía retirarse del juego sin pedir permiso. Tras poner las manos en el triángulo de madera, seguidamente comenzamos con el ritual de las preguntas. Todo marchaba bien hasta que la tabla se partió en dos mitades. Mis manos temblaban, pero pese a la situación, las manos las tenía pegadas al triángulo. Mis impulsos me hacían querer salir corriendo pero alguien me dijo  al oído “quédate a jugar conmigo”. Pero en ese momento, justo cuando iba a levantar las manos para salir corriendo, el suelo empezó a temblar y las velas a caerse sobre una foto que tenía con mi madre.
A partir de ahí tuve que hacer frente a las consecuencias de lo que había desencadenado. Empecé a ser perseguida por presencias sobre naturales que me amenazaban con dañar a los miembros de mi familia. Las criaturas malignas me hicieron lesiones desastrosas en mi cuerpo, sentía ganas inmensas de morirme, me volví loca. Hice todo lo posible para suicidarme y ahora mismo soy un espíritu y estoy escribiendo esto justo detrás tuya. Y un dato importante: siempre di adiós y nunca cierres los ojos.

Ariadna Martínez Barrios 2º PMAR B

Todo había cambiado, el tiempo pasaba muy lento, los días eran largos y pesados. El clima ya no estaba tan seco como antes. Y yo, yo seguía sintiéndome igual de sola que siempre. Después del fallecimiento de mis padres, no había tenido contacto con muchas personas del exterior. Lo único que tenía claro es que deseaba poder contactar con mis padres, no había encontrado la manera de hacerlo. Hasta que un día subí al trastero y mientras buscaba entre todos las cajas unas antiguas fotos, me topé con una tabla de madera algo extraña, estaba llena de letras y tenía algún que otro mensaje. La verdad es que nunca había algo así ni siquiera sabía qué función tenía. Inmediatamente me puse a investigar sobre qué podía ser eso, y definitivamente era una tabla llamada guija que servía para comunicarse con espíritus.
Me picaba la curiosidad de saber si eso era cierto, así que me puse manos a la obra.
Me dirigí hasta el salón  e hice un círculo de velas, puse la tabla en el centro y a continuación me senté enfrente. No estaba del todo segura de hacer eso, pero es algo que deseaba realizar hace mucho tiempo. Comencé a jugar y nada más colocar la mano sobre esa lupa empecé a escuchar ruidos extraños, seguidamente pregunté si había alguien conmigo. Las puertas se abrían y cerraban solas, el sonido del viento cada vez era más fuerte. Estaba convencida de que conmigo había alguien y así fue, no estaba sola. La lupa de la tabla se partió y ya no sabía qué hacer, así que salí corriendo. Alguien que no conocía nada, ni siquiera le veía bien la cara, me estaba persiguiendo, yo estaba totalmente nerviosa, las piernas me temblaban, venía a por mí, quería matarte, no sabía a dónde ir. Hasta que me alcanzó, ya no tenía escapatoria y justo cuando me fue a matar, me desperté de ese insoportable sueño.


Glaimina Boumhir 3º ESO B

Era una mañana fría e inerte, aparte de silenciosa. Una mañana que no tenía vida. Sentía que me iba, y todo empezó porque varias personas querían divertirse, o eran personas en sí.
Aquella mañana, me faltaba el aire, de repente sentí que la respiración se me cortaba, me sentí observada, sentí miedo por primera vez.
Esa misma mañana sentí un calor en mis piernas, un calor que no dejaba moverme de la cama, un calor que apretaba. Hice como si nada, me levanté, me duché, desayuné y me vestí para empezar el día. En mi instituto, que hoy sería el más terrorífico que pudiera existir, celebraban Halloween, una fiesta de día, pero de noche un lugar de pena, lugar donde las almas que no están presentes buscan a los culpables de sus muertes.
Me notaron pálida, debía ser que no había desayunado lo bastante fuerte. Fui al baño a echarme agua, estaba sola y sentí la respiración de alguien en la nuca, el olor de su perfume. De repente, sentí un zarpazo en la mano, la miré y noté una ligera gota de sangre resbalando por mi dedo, era una marca un una ligera rojez a los lados, una marca  que me quedaría en mis recuerdos como los más imposibles de olvidar.
Pensé que me volvía loca, cuando sentí que en media clase de deporte me paraba el corazón.
Por la noche salí a pedir caramelos. Nadie me iba a decir que conseguiría tantos. Vi algo raro entre unos árboles, creía haber visto un globo, exactamente rojo. Lo cogí y él apareció como un haz de luz. Era él, el payaso de tus pesadillas. El que te visita por las noches, el que te observa.
Entendía todo, la marca, la sensación de asfixia…
Supe que era mi final, supe que todo iba a cambiar. Si sientes cosas raras o incluso que alguien te observa, piensa en positivo, solo quieren verte sufrir en esta noche, una noche de cosas extrañas, una noche en que nada es explicable.
Ellos o incluso todos te pueden encontrare. Cuidado con esta noche, yo ya descanso en paz.


Paula Natalia Valero Baptista 3º ESO A

Era una noche tormentosa, en todo el barrio se había ido la luz y yo estaba aburrido en mi casa sin saber qué hacer. Mis padres estaban en la otra punta de la ciudad cuidando de mi abuelo, ya que estaba bastante enfermo.
Pasaban las horas y aún no volvía la luz, mi único entretenimiento era tirar una pelota al techo y cogerla antes de que cayera al frío suelo.
Estaba bastante concentrado pero de repente oí un estruendo en la cocina y en ese mismo instante fui corriendo para ver qué pasaba. Un mueble donde estaba la vajilla de mi madre se había estrompado contra el suelo y empecé a recoger los cristales rotos con desgana. Cuando ya había terminado, llevé los cristales al cubo de la basura pero cuando me di la vuelta una sombra siniestra estaba a centímetros de mí. Me quedé paralizado por unos instantes y cuando logré reaccionar me dirigí de nuevo a mi habitación donde me encerré y me arropé con las sábanas. Pensaba que solo era una ilusión, que era producto de mi imaginación. Mi habitación estaba en las tinieblas pero cuando levanté la mirada, gracias al breve destello de un rayo, pude volver a ver la sombra, pero al siguiente destello de luz, la sombra ya se me había abalanzado y ya era demasiado tarde para reaccionar.