Concurso de relatos de terror: “Relatos que me asustaron”. El 31 de octubre, el alumnado de 3º y 4º ESO del IES Blas Cabrera Felipe, participó en el concurso "Relatos de terror" que se celebró en el centro. El alumnado de 1º ESO acudió a la biblioteca para poder escuchar la lectura de varios relatos y, además, ver la proyección de tres cortos de terror en el ambiente adecuado para ello.
A continuación, podemos leer los relatos ganadores y varios relatos que participaron en el concurso.
Relatos
de terror ganadores
PRIMER
PREMIO
Selene Caraballo
López 4º ESO A
Las rosas son rojas
El hostal de los Usher no había cambiado ni un
ápice desde que había pasado una semana en una de sus sombrías habitaciones,
cuando mi mayoría de edad, estrenada hace poco, me había impulsado a conseguir
una aventura que me arrancara de mi desolada y aburrida realidad.
En fin, el hostal de los Usher seguí a en el
mismo estado de ruina. Como la última vez, le había falta una mano de pintura, reparar las viejas tejas
y, a ser posible, derrumbarla y reconstruirla con cimientos más resistentes.
Era del tipo de casas por las que pasas a unos buenos pasos de distancia por si
de repente se caía.
Sin embargo, lo que me cautivó aquel fin de
semana tantos años atrás, seguía en su mismo esplendor.
Un enorme rosal que había escapado del patio
trasero, escalaba por el costado del endeble hotel. Además de estar
increíblemente cuidado, tenía la curiosidad de que no todas las rosas eran
rojas, había rosas blancas repartidas entre el sempiterno rojo sangre. Mas, era
cierto que el blanco era mucho más escaso que tiempo atrás.
El coche de caballos frenó al inicio del
camino empedrado, reacio a continuar, así que, resignada, continué el camino a
pie hasta la intimidante puerta de madera aromática. Toqué tres veces antes de
empujar la pesada madera e introducirme en el oscuro pasillo. Al final de éste
había una polvorienta recepción. Y
detrás del escritorio de madera roma, como la última vez, la señora Usher
regaba una pequeña flor y tarareaba.
A pesar de que el tiempo ya había hecho mella
en su piel, estaba igual de gastada que la última vez, si eso tenía sentido.
Exactamente igual, y sin embargo, en mí el tiempo sí había corrido y estaba,
sino igual, un poco más vieja que ella.
Vestía elegante, con colores de luto, aunque
nunca le pregunté si lo guardaba o si ése era su único vestido. Una rosa roja
siempre adornaba su corpiño.
-Señora Usher-Exclamé. Un placer volver a
verla, dígame usted cómo le ha tratado la vida y sus aventuras en mi ausencia.
-¡Oh, señorita Elizabeth, qué gusto volver a
verla! Hace mucho que no la veo, mejor será que me hable de usted. Que yo sigo
encerrada entre estas paredes y mi vida es aburrida.
Así nos sentamos y hablamos durante horas hasta que la luz del exterior
desapareció y ayudé a la señora Usher a encender las velas para insuflar un
poco de vida a la oscura casa.
-Y, dígame usted-pregunté en algún momento de
la noche-¿Acoge a algún otro huésped más?
- Sí, querida, hay un ermitaño en el ático,
lleva días aquí y lo único que hace es leer y pasear por el rosal.-Respondió
pensativa.
Aquella noche me arrancaron de mi lecho unos
gritos ensordecedores que venían del rosal.
Exaltada, me coloqué la bata y encendí una
vela para iluminar mis pasos. Cuando Alcancé los rosales vi un señor mayor que yacía entre las rosas, muerto y
bañado en su propia sangre. Su olor metálico inundó mis fosas nasales y las
arcadas acudieron raudas.
-Señorita- La señora Usher brillaba bajo la
luz de la luna, que teñía su tez de un espectral blanco. –No deberías haber
visto eso, querida. Con él, era suficiente para una docena de rosas.
-¿Qué?-pregunté asustada. Y entonces
comprendí. Las rosas en las que yacía el ermitaño fueron blancas en algún
momento, pero ahora, la sangre tornaba el blanco puro al diabólico rojo. Lo que
antes había resultado hermoso, ahora me espantaba macabramente.
-No diré nada, nadie lo sabrá. Por favor, ten
piedad- supliqué. Pero era tarde, la señora clavó un puñal dorado en mi vientre
y caí encima de otro montón de rosas blancas. Mientras moría, me di cuenta de
que la rosa del corpiño no estaba cortada, el tallo lleno de espinas seguía
hasta introducirse en la piel de enredaderas que era la señora Usher. Estiró un
dedo, no, una especie de mano formada por espinas rojas y la adentró en mi
herida. Sin fuerzas para vivir, observé cómo la rosa de su corpiño se volvía
más oscura.
Y ahora espero aquí, con mi alma atrapada en
los rosales, ávida por la siguiente víctima que tiña mis pétalos. Esperando por
ti.
SEGUNDO PREMIO
Lara Apolinario Ramírez 4° ESO
A
Yacía en la oscuridad de la
noche... el viento golpeaba los cristales, se escuchaba crujir el tejado de
aquella casa tan rupestre.
Salí de mi casa que ya estaba
bastante vieja, hacia la estación de la ciudad para poder coger el metro. Tenía
que ir a visitar a mi abuela ya que estaba muy enferma. Y allí estaba yo,
cruzando las calles que a estas horas estaban desoladas.
Llegué a dicho lugar bastante tarde.
Sólo podía viajar esa noche ya que al día siguiente me esperaban mis primas en
su casa.
Entré en la estación y no había
nadie... normal, era casi la una de la madrugada y a esas horas era bastante
raro que alguien viajara. Sólo se escuchaban las ramas de los árboles golpear
con fuerza los cristales y el susurro del viento que entraba por las rendijas
oxidadas del aire acondicionado.
Me senté en un banco que quedaba
frente a la vía por la que pasaba el metro. Sólo había un cristal enorme que
impedía acceder directamente al exterior.
Pasaban los minutos y el metro no
llegaba, así que aproveché y me puse a chatear un rato con un grupo de amigos.
No quedamos hablando de tonterías
un rato, hasta que ¡pum! un golpe en la pared hizo que levantara la vista.
¡Pum! se seguía escuchando, al
parecer era una mujer que se estaba dando cabezazos contra el cristal.
Ella vestía con ropa gris,
bastante sucia y descuidada, llevaba el cabello negro y suelto.
A medida que se iba dando
cabezazos, una mancha de sangre cubría su rostro. Decidí hacerle una foto,
porque me pareció extraño.
Se la mandé al grupo y empezaron
a enviar emoticonos de risa, no lo entendía, a mí no me hacía gracia, siguieron
con las bromas, pero hubo uno de ellos que me dijo que la ayudara. Iba a ir, pero
otro mensaje me heló la sangre. Me decía que no fuera, que podía estar
endemoniada. Escuché otro golpe y a continuación la joven comenzó a moverse
raramente, como si estuviera bailando una especie de danza.
Le hice otra foto y la volví a
mandar.
Los mensajes cesaron de golpe y
sólo uno me respondió: vete de ahí ahora mismo, está poseída. Me quedé pálido y
le pregunté que cómo lo sabía. Al segundo contestó: puedo ver fantasmas desde
que soy pequeño, ¿no ves una mano que la está agarrando del pelo?
Volví a levantar la mirada y ella
no estaba. Me acerqué a la vía del metro por curiosidad y sentí un aliento frío
en la nuca. Giré la cabeza y no ví nada. Pero en el cristal de enfrente, pude
ver a la mujer acercase hacia a mí con una sonrisa maliciosa. Lo siguiente
fueron unas manos que me empujaron con fuerza a la vía.
Pude escuchar el sonido de mis
huesos romperse y mí boca se inundó del sabor metálico de la sangre.
Al día siguiente una llamada de
emergencia puso en pánico a la opinión pública. El policía que investigó el
extraño caso se quedó paralizado al ver tal escena. Ni siquiera podía articular
las palabras adecuadas para describir lo que veía. Los cuerpos de los dos
jóvenes se hallaban desmembrados sobre la vía. En un principio dedujeron que
eran amantes, aunque jamás se pudo identificar a la chica.
Días después, el forense
determinó que no había sido el tren el causante de las heridas. Y el caso nunca
pudo cerrarse.
Varias personas han informado que
algunas noches se oyen ruidos extraños, que las vías del tren chirrían sin
motivo alguno y que se oye el eco de un móvil que no deja de sonar.
TERCER PREMIO
Ayatima García Gadanha 4º ESO B
El último abrazo
Mi padre se dedicaba a viajar
vendiendo sus productos tecnológicos, siempre estaba para arriba y para abajo,
ajetreado, nunca hacíamos nada juntos. Pero un día, me recogió del instituto a
las nueve de la mañana sin tener porqué…
Me llevó a una cafetería y nos
pedimos unos chocolates con churros. Él no me paraba de preguntar cosas, me dio
varios concejos, me hablaba de las muchas cosas que habíamos hecho juntos, lo
que hacía de bebé conmigo y lo graciosa que era de pequeña...pero lo más
extraño fue que me repitió y me repitió lo mucho que me quería.
Yo estaba muy cómoda con mi padre,
se podría decir que fue el mejor día que había pasado junto a él, ya que fuimos
a un parque de atracciones, a un karting, al cine…
Pero a lo largo del día me fui
encontrando mal y mi padre me llevó a casa, me acostó y se tumbó junto a mí,
abrazándome.
Al despertarme, estaba asustada y
con una sensación muy extraña en el cuerpo, era como estar triste, angustiada,
como si me faltase algo, no sabía lo que era.
Entonces, busqué a mi padre y no
estaba.
De repente, entra mi madre que
venía cabizbaja y con el rostro muy serio. Pensé que podía estar enfadad porque
salí del instituto. Y le expliqué lo sucedido. Ella me respondió tensa, pero
angustiada que mi padre había tenido un accidente de avión a las ocho de la
mañana y que había fallecido.
Yo me quedé atónita, no entendía
nada, mi padre había estado conmigo toda la mañana, pero al parecer ¿no fue
así?
Mi madre nunca me creyó, pero mi abuela
dice que mi padre regresó para despedirse de mí.
Relatos de terror leídos en la Biblioteca
Alba Sampayo Martín 4º ESO B
“El misterio en el edificio”
En un pequeño edificio de la
ciudad de Arrecife, se comenta que vive “la vieja loca” a la que todos temen
por su terrorífico pasado; ha secuestrado a 15 niños, los ha descuartizado y se
ha quedado con sus cabezas para hacer su famosa sopa de sesos. Los niños y
niñas del edificio salen al patio todos los fines de semana a jugar al fútbol,
a las muñecas o al escondite sin saber que detrás de las esquinas los vigila
esta anciana mujer. A una semana de la popular “fiesta de Halloween” desaparece
una niña del primero y sólo se ha hallado de ella una de sus muñecas sin
cabeza. La madre de la niña pone una denuncia tras la desaparición de su
pequeña, pero lo que ella no sabe es que su hija está en el edificio
secuestrada por la vieja loca del tercero. A tres días de la fiesta, el
edificio como todos los años prepara un desfile de disfraces de miedo, con un
premio al mejor de ellos y con una merienda para todas las familias. Hoy 31 de
octubre, llegó el gran día que todos los niños esperaban, el de “Halloween”. A
10 minutos para que empezara el desfile, los niños se encontraban en el
vestuario preparándose. A dos de ellos
les faltaban sus disfraces pero por el piso había rastros de ellos. Los niños
comenzaron a seguir la pista para averiguar donde estarían sus vestuarios, al
llegar hasta el tercer piso, encuentran sus disfraces en la alfombra de la
vieja y de repente... los secuestra a ellos también. Los niños vieron a su
amiga atada a una silla y gritado como una loca pero su voz era tan floja que
nadie la oía.
A los gritos de la pequeña se
unieron los niños, por todo el edificio se escuchó ¡SOCORRO SOCORRO AYUDENNOS
POR FAVOOR! Todos los padres subieron de inmediato a la primera y segunda
planta pero no había rastro de nadie, subieron a la tercera planta y una madre
vio el zapato de su hijo, fueron hasta allí y encontraron a los tres niños en
el piso sin pulso y con sangre en la cabeza. Un padre derrumbó la puerta pero
en la casa no había nadie, sólo un papel debajo de la alfombra que decía `Buena
suerte la próxima vez ´.
Haridian María Alfonso Sosa y
Clay Alejandro Aguilar Ochoa 4º ESO A
Roberto
Cabrera era un chico del IES Blas Cabrera Felipe, considerado uno de los peores
alumnos que ha habido en la historia del instituto, tanto por su nivel
intelectual (que no es que fuera muy alto), como su personalidad. Era un
creído, egocéntrico, abusador e irrespetuoso. Y cómo no, su hobbie favorito
dentro del aula, era dormir. Se podía pasar todas las horas del día durmiendo y
sin hacer nada más, que en él, era lo más normal del mundo.
Nos situamos en el año
1985, el día 31 de Octubre.
La mañana de un jueves
frío, algo extraño debido el lugar donde nos encontramos. Roberto llegó al
instituto y a primera hora tenía clase de historia, desafortunadamente, una de
sus peores clases. Como era habitual en él, Roberto se recostó sobre la mesa
apoyando su cabeza sobre sus largos brazos. Y se echó una pequeña siesta.
Cuando despertó, el aula
estaba completamente vacía, no había nadie aparte de él, era tarde, más o menos
las seis de la tarde, cuando empezaba a oscurecer. Y se escuchaba de fondo un
extraño ruido, no podía descifrar de qué se trataba porque apenas se podía oír.
Roberto decidió salir del aula para dirigirse al lugar de donde venía aquel
extraño ruido, empezó a caminar por los pasillos y, aunque físicamente no lo
aparentaba, sentía miedo. Miraba a todos lados, con la esperanza de ver alguna
persona caminando por ahí, pero no hubo suerte.
Cuando se acercaba a la
biblioteca, sintió a alguien detrás de ella y escuchó una baldosa rota del
suelo moverse. Giró la cabeza lo más rápido que pudo, pero no logró ver nada.
Llegó a la biblioteca y encontró un pequeño tocadiscos en el suelo. Sonaba una
canción un tanto siniestra, con algunos ruidos raros como: gritos, risas
maléficas, pasos etc... así que decidió apagarlo. Cada vez se encontraba más
nervioso, sentía su pulso acelerarse por minutos y de pronto, la luz se apagó.
Notó una suave brisa recorriendo su cuerpo, y escuchó un "shh". En
ese momento supuso que todo aquello, se trataba de una venganza realizada por
todos los compañeros a los que había acosado desde que empezó el instituto.
Decidió salir del
instituto con ayuda de la luz de un mechero, pero falló en su intento; la
puerta estaba cerrada y no encontraba forma de abrirla. Escuchó a alguien
corriendo y unos susurros, Roberto empezó a sentir verdadero miedo y a la vez
planeaba su venganza suponiendo que aquello se tratara de una broma. De un momento
a otro, se encendió la luz y el suelo estaba lleno de flechas con manchas rojas
que tenían aspecto de sangre pero no lo sabía con seguridad. Una voz grave
dijo: Roberto Cabrera, sigue las flechas sin interrupción. Éste empezó a seguir
el camino, mientras sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.
El camino de flechas
terminaba en el salón de actos. Roberto abrió la puerta con miedo, con temblor
en las manos. Estaba todo oscuro, menos el escenario, había un foco encendido y
se podía distinguir una silueta de una persona sentada. Comenzó a caminar hacia
el escenario mientras en su mente repetía una y otra vez "da media
vuelta". Llegó y pudo ver a su amigo Javier Suárez, que era muy parecido a
él en todos los aspectos. Javier estaba muerto, y en el suelo estaba escrito:
Los culpables deben pagar.
Con millón de lágrimas a
punto de escaparse de sus ojos, Roberto sabía que había llegado el final, iba a
morir, al igual que su amigo. Sintió que alguien le agarró de la muñeca y lo
llevó a una silla, no sabía quién era porque llevaba una máscara blanca. Le ató
las manos y los pies y sacó un cuchillo de su chaqueta. Levantó la mano
apuntando como si estuviera a punto de clavárselo.
Comenzó a gritar: Por
favor no me mates, ten piedad, por favor, perdóname
-¡Corten!-Gritó alguien-
Ha valido. Escuchó mientras se encendían todas las luces y pudo ver a toda la
gente a su alrededor aplaudiendo.
-¿Se trata de una broma?-
Preguntó Roberto más enfadado que nunca.
-Es un corto- contestó la
profesora de lengua. Tenía que resultar lo más creyente y realista posible y
nada mejor que hacerlo de esta manera.
-¿Por qué a mí?- replicó.
-Queríamos romper los
estereotipos y hacer entender a la gente que no siempre el más fuerte que
aparenta ser, lo es de verdad.
Kiara Terrero Romero 4º ESO A
Enciende la luz
Estás en una fiesta pasándolo
genial, ya vas un poco piripi, claro,
bebiendo con tus amigas unos tragos mientras hablan sobre los chicos que más
les gustan. No sabes cómo, pero después de tres horas terminan hablando sobre
historias de terror. La fiesta acaba y vas a la casa de alguna amiga a ver la
película.
Regresas a tu casa tarde, tus
papás están dormidos en la habitación al final del pasillo y lo único que
quieres es irte a dormir. Llegas a tu cuarto y apagas las luces, mientras
recuerdas la buena fiesta que tuviste y, de repente, las imágenes de los
monstruos ficticios que viste con tus amigas empiezan a formar parte en tu
mente.
Caes dormido rápidamente, pero a
los quince minutos unos pasos fuera de tu cuarto te despiertan y los recuerdos
te vuelven a traicionar y, aún después de eso, vuelves a la cama sin darle
mucha importancia.
Pero a los treinta minutos
escuchas más sonidos y esta vez dentro de la habitación y despiertas exaltado.
Enciendes la luz porque recuerdas que de niña eso te ayudaba a calmar tu miedo,
pero no hay nada…
Justo cuando cierras tus ojos y
te tumbas metiendo tu cabeza en la almohada, alargas la mano para apagar la
luz, cuando una gélida y descompuesta mano sube lentamente por tu espalda
provocándote escalofríos en cada hueso y nervio que toca. No te mueves, estás
en shock. Escuchas una voz ronca con la que tus oídos arden, es espeluznante, y
pronuncia:
- Gracias por encenderme la luz,
era muy difícil encontrarte en la oscuridad.
Natalia Nogales Saiz 4º ESO A
Never forget to say Goodbye
Ni hoy, ni pasado… es más, dile
adiós para siempre a tu capacidad de dormir.
Hacía mucho tiempo que no llovía,
el clima había cambiado de un día para otro. Esa noche me marcó mucho la vida,
me atrevería a decir que fue la peor noche que he pasado.
Todavía recuerdo el ruido exacto
de las ventanas golpeando en la pared, ese silbido del viento que me provocaba
tanta desesperación. Pensé que no, pero él estaba conmigo, escuchaba cómo me
susurraba al oído, que esa misma noche acabaría conmigo. Ya me había sucedido
muchas veces, creía que estaba loca, pero esa noche fue el remate. Todo lo que
me había susurrado días atrás estaba a punto de hacerse realidad.
Inmediatamente, me levanté y me dirigí hacia el desván donde allí escondía la
tabla de la guija. Cogía la tabla desesperada para volver a contactar con él.
Todo empezó la noche de viernes
13 cuando mis amigos y yo decidimos jugar con esa dichosa tabla, con velas
alrededor y completamente a oscuras.
El juego contenía sus normas;
todo aquel que jugara no podía retirarse del juego sin pedir permiso. Tras
poner las manos en el triángulo de madera, seguidamente comenzamos con el
ritual de las preguntas. Todo marchaba bien hasta que la tabla se partió en dos
mitades. Mis manos temblaban, pero pese a la situación, las manos las tenía
pegadas al triángulo. Mis impulsos me hacían querer salir corriendo pero
alguien me dijo al oído “quédate a jugar
conmigo”. Pero en ese momento, justo cuando iba a levantar las manos para salir
corriendo, el suelo empezó a temblar y las velas a caerse sobre una foto que
tenía con mi madre.
A partir de ahí tuve que hacer
frente a las consecuencias de lo que había desencadenado. Empecé a ser
perseguida por presencias sobre naturales que me amenazaban con dañar a los
miembros de mi familia. Las criaturas malignas me hicieron lesiones desastrosas
en mi cuerpo, sentía ganas inmensas de morirme, me volví loca. Hice todo lo
posible para suicidarme y ahora mismo soy un espíritu y estoy escribiendo esto
justo detrás tuya. Y un dato importante: siempre di adiós y nunca cierres los
ojos.
Ariadna Martínez Barrios 2º
PMAR B
Todo había cambiado, el tiempo
pasaba muy lento, los días eran largos y pesados. El clima ya no estaba tan
seco como antes. Y yo, yo seguía sintiéndome igual de sola que siempre. Después
del fallecimiento de mis padres, no había tenido contacto con muchas personas
del exterior. Lo único que tenía claro es que deseaba poder contactar con mis
padres, no había encontrado la manera de hacerlo. Hasta que un día subí al
trastero y mientras buscaba entre todos las cajas unas antiguas fotos, me topé
con una tabla de madera algo extraña, estaba llena de letras y tenía algún que
otro mensaje. La verdad es que nunca había algo así ni siquiera sabía qué
función tenía. Inmediatamente me puse a investigar sobre qué podía ser eso, y
definitivamente era una tabla llamada guija que servía para comunicarse con
espíritus.
Me picaba la curiosidad de saber
si eso era cierto, así que me puse manos a la obra.
Me dirigí hasta el salón e hice un círculo de velas, puse la tabla en
el centro y a continuación me senté enfrente. No estaba del todo segura de
hacer eso, pero es algo que deseaba realizar hace mucho tiempo. Comencé a jugar
y nada más colocar la mano sobre esa lupa empecé a escuchar ruidos extraños,
seguidamente pregunté si había alguien conmigo. Las puertas se abrían y
cerraban solas, el sonido del viento cada vez era más fuerte. Estaba convencida
de que conmigo había alguien y así fue, no estaba sola. La lupa de la tabla se partió
y ya no sabía qué hacer, así que salí corriendo. Alguien que no conocía nada,
ni siquiera le veía bien la cara, me estaba persiguiendo, yo estaba totalmente
nerviosa, las piernas me temblaban, venía a por mí, quería matarte, no sabía a
dónde ir. Hasta que me alcanzó, ya no tenía escapatoria y justo cuando me fue a
matar, me desperté de ese insoportable sueño.
Glaimina Boumhir 3º ESO B
Era una mañana fría e inerte, aparte
de silenciosa. Una mañana que no tenía vida. Sentía que me iba, y todo empezó
porque varias personas querían divertirse, o eran personas en sí.
Aquella mañana, me faltaba el
aire, de repente sentí que la respiración se me cortaba, me sentí observada,
sentí miedo por primera vez.
Esa misma mañana sentí un calor
en mis piernas, un calor que no dejaba moverme de la cama, un calor que
apretaba. Hice como si nada, me levanté, me duché, desayuné y me vestí para
empezar el día. En mi instituto, que hoy sería el más terrorífico que pudiera
existir, celebraban Halloween, una fiesta de día, pero de noche un lugar de
pena, lugar donde las almas que no están presentes buscan a los culpables de
sus muertes.
Me notaron pálida, debía ser que
no había desayunado lo bastante fuerte. Fui al baño a echarme agua, estaba sola
y sentí la respiración de alguien en la nuca, el olor de su perfume. De
repente, sentí un zarpazo en la mano, la miré y noté una ligera gota de sangre
resbalando por mi dedo, era una marca un una ligera rojez a los lados, una
marca que me quedaría en mis recuerdos
como los más imposibles de olvidar.
Pensé que me volvía loca, cuando
sentí que en media clase de deporte me paraba el corazón.
Por la noche salí a pedir
caramelos. Nadie me iba a decir que conseguiría tantos. Vi algo raro entre unos
árboles, creía haber visto un globo, exactamente rojo. Lo cogí y él apareció
como un haz de luz. Era él, el payaso de tus pesadillas. El que te visita por
las noches, el que te observa.
Entendía todo, la marca, la
sensación de asfixia…
Supe que era mi final, supe que
todo iba a cambiar. Si sientes cosas raras o incluso que alguien te observa,
piensa en positivo, solo quieren verte sufrir en esta noche, una noche de cosas
extrañas, una noche en que nada es explicable.
Ellos o incluso todos te pueden
encontrare. Cuidado con esta noche, yo ya descanso en paz.
Paula Natalia Valero Baptista 3º ESO A
Era una noche tormentosa, en todo
el barrio se había ido la luz y yo estaba aburrido en mi casa sin saber qué
hacer. Mis padres estaban en la otra punta de la ciudad cuidando de mi abuelo,
ya que estaba bastante enfermo.
Pasaban las horas y aún no volvía
la luz, mi único entretenimiento era tirar una pelota al techo y cogerla antes
de que cayera al frío suelo.
Estaba bastante concentrado pero
de repente oí un estruendo en la cocina y en ese mismo instante fui corriendo
para ver qué pasaba. Un mueble donde estaba la vajilla de mi madre se había
estrompado contra el suelo y empecé a recoger los cristales rotos con desgana.
Cuando ya había terminado, llevé los cristales al cubo de la basura pero cuando
me di la vuelta una sombra siniestra estaba a centímetros de mí. Me quedé
paralizado por unos instantes y cuando logré reaccionar me dirigí de nuevo a mi
habitación donde me encerré y me arropé con las sábanas. Pensaba que solo era
una ilusión, que era producto de mi imaginación. Mi habitación estaba en las
tinieblas pero cuando levanté la mirada, gracias al breve destello de un rayo,
pude volver a ver la sombra, pero al siguiente destello de luz, la sombra ya se
me había abalanzado y ya era demasiado tarde para reaccionar.