Con motivo del Día del Libro se realizó una dinamización y lectura de “Microrrelatos de Creación propia” de diez alumnos y alumnas de 1º de Bachillerato del IES BLAS CABRERA FELIPE. Esta actividad realizada por el alumnado de 1º de Bachillerato estuvo dirigida al alumnado de 3º y 4º de la ESO durante las horas de Lengua Castellana y Literatura, realizando una lectura en voz alta de sus creaciones los días 24 y 25 de abril.
SELECCIÓN DE MICRORRELATOS.
Alumna
Jamila Baya Baya, 1º Bachillerato A: “La pared”.
Miró
la pared de la habitación. “-Su color es muy triste”. Pero ¿qué es más triste,
su vida o la pared? La pared está unida con sus compañeras, las otras paredes.
Una unión perfecta. Nada los separa, nada menos un fuerte terremoto. Pero él...
(Pausa). Una pared sola que creció en un desierto inhóspito, una pared llena de
cicatrices y grietas. La pared de su habitación es brillante. Triste, pero
brillante. “-¿Por qué sigue esta pared llena de grietas tan brillante?”
Se
levantó de un salto y cogió un martillo. Empezó a golpear la pared con todas
sus fuerzas. Saltaba de derecha a izquierda mientras golpeaba. Seguía golpeando
y golpeando, casi pierde la respiración de tanto intentarlo, hasta que cayó al
suelo agotado. Escuchó una risa fuerte en sus oídos. Una carcajada larga como
la tristeza. Buscó de dónde podría venir un sonido tan desgarrador. Allí la
vio, mirándolo, alta. Era la pared dura y brillante.
Alumna
Dánae Bermúdez Morales, 1º Bachillerato B: “El hombre que viajaba en el
tiempo”.
El
hombre viajaba constantemente, de un lado a otro, sin detenerse jamás. Iba al
pasado, a épocas casi olvidadas. Al futuro, un futuro que ni el más sabio era
capaz de prever. Nunca, de ningún modo, se quedaba en el presente. A veces
desconocía en qué tiempo estaba en un preciso instante. Tan a menudo viajaba
que olvidaba qué era el presente, qué el pasado y qué el futuro. Le era
imposible quedarse quieto. Era impensable que no se adelantara a la historia
para descubrir su propio destino. Inimaginable para él no volver atrás para
revivir momentos importantes. Y es que no había mejor -quizá, a veces, peor-
transporte que su propia mente, la que le permitía embarcarse en una travesía
sin rumbo, sin fin, visitando mil y una veces situaciones ya vividas y
situaciones por vivir. Se encontró, de repente, imaginándose cómo podrían ser
estas últimas completamente decidido a intentar cambiar o poder viajar, una vez
más, a las primeras. El hombre que viajaba en el tiempo ya no quiso pensar en
lo que debería estar haciendo ahora, en ese instante, en el presente.
Alumno
Julio De la Hoz Sarmiento, 1º Bachillerato A: “La Carta”.
Mediados
del Siglo XXII. La humanidad acaba de agotar los últimos recursos de la
Tierra y se plantea la posibilidad de aumentar sus colonias espaciales ya
existentes en otros planetas. Tras múltiples disputas interplanetarias, Venus y
Marte deciden independizarse y acabar así sus relaciones cordiales con la
Tierra. Aquí me encuentro. Me dispongo a abandonarla, junto al resto de la
población superviviente terrestre, en busca de un nuevo planeta que nos brinde
sus maravillosos recursos.
Firma:
el último Hombre en abandonar el Planeta Azul, a 18 de diciembre de 2155.
Alumna
Nerea Moll García, 1º Bachillerato B: “Puertas pasajeras”.
Y
cansada de esperar a que el camino le trajera cosas buenas se levantó. Abrió a
la fuerza aquella puerta que tantas veces le había sido cerrada. Salió por el
gran portón, mientras el destino le observaba con una sonrisa. Ahí comprendió
que la existencia no consistía en esperar a que se abran las ventanas. Tampoco
luchar por mantener las puertas abiertas. En aquel instante, la vida, su vida,
comenzó justo en el momento mismo en que dejó de aferrarse.
Alumna
Estephany Ríos Reyes, 1º Bachillerato A: “Rumbo a la vida”.
El
cielo se pintaba nuevamente de negro y el cristal del coche se empañaba cada
vez más por el frío acogedor. La decisión que había tomado no iba a causarle
ningún problema a mi vida, al menos eso pensaba. Mi padre me llevaba al
aeropuerto. No pensé que mi partida le fuese a causar tanto dolor. Él se lo
había buscado. Podría contarte cómo entonces esos pequeños cristales
acariciaron dulcemente su mejilla. ¿Alguna vez has sentido impotencia? Así me
sentía yo. Sola y triste, mi vida había llegado a una monotonía extrema. El
dolor, poco a poco, se había ido convirtiendo en rabia y decepción. Dejaba
atrás mi soledad y comenzaba un nuevo destino con parada en la felicidad. Sabía
que tomaba rumbo a la vida.
Alumna
Ángela Ruiz Martín, 1º Bachillerato B: “El coleccionista de sueños”.
Discutían
tranquilamente nimios detalles de suma importancia para la niña, que correteaba
y hacía temblar con sus saltos el lazo carmesí de su muñeco. Él disfrutaba con
la inamovible curiosidad de su hermana, procuraba postergar al máximo los pocos
momentos que pasaba junto a ella. Desearía quedarse, quería compartir con ella
todo aquello que nunca sentiría, aprendería o viviría… Entonces abrió los ojos:
“¿tan pronto?” -pensó. Se levantó en la oscuridad y fue hacia la ventana. El
lazo rojo del muñeco reposaba sobre la fría tierra del jardín. Alzó la vista y
localizó su estrella, a quien acudía cada noche para contarle las historias más
fantásticas. Pero, ¿quién iba a cuestionar sus palabras? Su juego no conocía
reglas, ni barreras de invención humana que indefectiblemente perdían su valor.
Mantendría vivo su recuerdo refugiándose en un mundo que hacía todo posible.
¿Quién se lo habría de impedir?
Alumno
Ramón Martín Medina, 1º Bachillerato B: “Mi único amor”.
Recorrí
mundos, pero, al fin, te encontré atravesando el infinito. Ahora, juntos,
nuestro amor bailará por el tiempo, sobrevolándolo. Lloro de alegría. Sonrío al
estar triste. Mi corazón se adelanta a mí. Eres mi alma. Tendrás la culpa si
muero feliz.
Alumna Nazaret Villar Alfaro, 1º Bachillerato A: “Los mejores Amigos”.
Se
llamaban Raúl y David. Vivían a las afueras, pero su particular periferia era
ser mejores amigos, el uno para el otro. Esta sociedad es tan injusta que sólo
quedaban para cenar a espaldas de las luces. Una noche como otra cualquiera les
encontraron en la cena. Nadie los volvió a ver después de ese encuentro. Quién
sabe si volvieron a cenar con deseo.
“Noticia”.
Maldigo la hora en la que vi el camino para llegar en ese útero tan cálido y acogedor. No te llegué a conocer. Lucho para vivir o peleo para morir. Nacer ha sido mi muerte, mi cruda realidad. Mamá no está enferma y, aún así, me condenaste a ser su injusta enfermedad. Sé que una parte de ella me odia. Periódico del jueves: Dos años después de cumplir condena el maltratador podrá conocer a la más pequeña de sus hijas.
Maldigo la hora en la que vi el camino para llegar en ese útero tan cálido y acogedor. No te llegué a conocer. Lucho para vivir o peleo para morir. Nacer ha sido mi muerte, mi cruda realidad. Mamá no está enferma y, aún así, me condenaste a ser su injusta enfermedad. Sé que una parte de ella me odia. Periódico del jueves: Dos años después de cumplir condena el maltratador podrá conocer a la más pequeña de sus hijas.
Alumno
Ignacio Terrero Romero, 1º Bachillerato A: Sin título.
Iba
pasando por la zona más tenebrosa de la ciudad. Un barrio en el que abundaban
todos esos desechados sociales que suelen hospedarse en los antiguos almacenes
y zulos de las calles. En mi travesía me encontré a un vagabundo en la puerta
trasera de un hospital abandonado. Tras haberme avistado a poca distancia, el
hombre entró en el desmoronado edificio. Y yo, con la necesidad curiosa de
vivir una aventura trepidante, me adentré tras su rastro. El hombre había
desaparecido y lo único que tenía delante era un enorme laberinto con muchas
puertas que parecía no tener fin. Me acerqué, pero, de repente…